Sin lugar a dudas el humo del cigarrillo es molesto, dañino, rechazado. Y podría estar bien que el Gobierno intente legislar sobre esto (obvio que hay muchos "peros" al respecto), y podría estar bien que la Sociedad busque sus herramientas para limitarlo.
Pero... ¿desde cuándo es la única contaminación cotidiana que existe? ¿Desde cuándo se transformó en el enemigo público Número Uno (y casi único)?
Está claro que hay altísimos niveles de
contaminación visual propios de toda urbe, y particularmente en la ciudad de Buenos Aires esto se potencia aún mas, como lo reflejan cada tanto (muuuy cada tanto)
Clarín o
La Nación.
Y no me digan que por ejemplo los carteles sobre la Av. Lugones no es obvio que son potencialmente tan molestos y dañinos como el humo del cigarrillo, pero mucho menos rechazados socialmente.
Entonces... ¿Por qué no surge el clamor popular en contra de esto? ¿Qué se está escondiendo debajo de esta permisividad a los contaminantes visuales y debajo del ataque al otro factor contaminante?
Chusmeando de todo un poco, me encontré con este libro "La divina nicotina" que tiene mucho que ver con varios temas que aquí hablamos, y donde en la contratapa se vende solo
